Hay una parte de mí que todavía cree que una vela puede cambiarlo todo.
No porque tenga “poder mágico” (aunque a veces parece que sí), sino porque prender una llama con intención es una forma hermosa de decirle al universo: “Aquí sigo, con fe y corazón abierto.”
He hecho rituales en noches de luna llena, en domingos de despecho y hasta en miércoles aburridos.
Pero si hay tres velas que marcan el pulso emocional del amor, son estas: la roja, la rosa y la blanca.
Hoy te cuento, desde la experiencia (y los tropiezos), cómo me fue con cada una —qué energía traen, cómo se sienten, y cuál terminó siendo mi favorita.
La primera vez que encendí una vela roja fue después de una ruptura.
Tenía el corazón hecho trizas y pensé: “si esto atrae amor, que vuelva arrepentido y en 24 horas.”
(Spoiler: no volvió… pero sí volvió mi fuego interior).
La vela roja representa pasión, deseo, fuerza y energía sexual.
Encenderla es como abrir la puerta de la acción: de pronto, te atreves a escribirle, a salir, a sentirte viva otra vez.
Pero cuidado: el rojo no distingue entre pasión y ansiedad.
Si la prendes desde la rabia o la obsesión, el fuego se vuelve literal —te quema por dentro.
El resultado fue curioso: no regresó él, pero aparecieron tres nuevos mensajes en mi WhatsApp esa misma noche.
La energía del rojo abre caminos, aunque no siempre hacia donde uno espera.
8/10. Funciona, pero úsala con madurez emocional.
El rojo prende rápido… y también consume rápido.
Después de la tormenta roja, vino el rosa.
Y honestamente, fue como un abrazo después de una discusión.
La vela rosa no busca atraer locura ni adrenalina.
Su energía es suave, maternal, y profundamente emocional.
Está asociada al chakra del corazón, y su función es clara: abrirte al amor sin miedo.
La encendí durante una etapa de introspección, cuando empecé a trabajar el autoamor.
La usaba mientras escribía afirmaciones o meditaba con frases como:
“Merezco un amor tranquilo, recíproco y honesto.”
Durante las semanas que la encendí, noté cambios sutiles pero profundos:
Dormía mejor, comía con más calma y dejé de buscar validación en mensajes ajenos.
Y sí, también me llegó un nuevo interés romántico… pero desde otra energía.
9.5/10. La vela rosa no promete mariachis bajo la ventana,
pero te enseña a quererte de verdad.
Y desde ahí, todo lo demás fluye.
La vela blanca fue la que encendí el día que finalmente entendí que soltar también es amar.
El blanco es el color de la paz, la limpieza y la purificación emocional.
Cuando todo se siente pesado o confuso, su luz te ayuda a poner orden en el alma.
Mi ritual con la blanca fue sencillo, casi simbólico:
Lloré mientras la flama consumía la cera, pero cuando terminó, sentí un silencio interior hermoso.
No era tristeza, era alivio.
Desde entonces, la enciendo cada vez que quiero cerrar un ciclo o preparar el corazón para algo nuevo.
Mi opinión real
10/10. No atrae amor inmediato, pero te devuelve la paz —y con ella, llega el amor correcto.
Después de meses de experimentos (y de gastar en velas como si fueran perfumes), entendí algo:
Cada color tiene su función, pero lo que realmente importa es desde qué energía lo haces.
Encender una vela no es “hacer magia”: es recordarte a ti misma lo que necesitas.
Y si lo haces con intención pura, cada flama se vuelve un espejo del alma.
Porque sí, a veces mezclo:
🔥 Roja + Rosa: pasión con ternura → ideal para reavivar la chispa sin perder el cariño.
💗 Rosa + Blanca: perdón y apertura → energía perfecta para sanar después de una ruptura.
❤️ Roja + Blanca: amor físico y emocional equilibrado → para parejas que buscan reconexión espiritual.
En serio: pruébalo.
Pero antes de encender, pregúntate qué quieres sentir, no solo qué quieres conseguir.
|
Vela |
Energía principal |
Ideal para... |
Calificación |
|
🔴 Roja |
Pasión y deseo |
Reavivar relaciones o atraer energía vital |
8/10 |
|
💗 Rosa |
Autoamor y ternura |
Sanar, atraer amor recíproco |
9.5/10 |
|
⚪ Blanca |
Cierre, claridad, paz |
Soltar, limpiar y empezar de nuevo |
⭐ 10/10 |
La conclusión: no hay “vela equivocada”, solo momentos distintos del corazón.
Después de probarlas todas, me quedo con una frase que me dijo una psíquica una vez:
“Las velas no cambian el destino. Te ayudan a verlo con más luz.”
Y eso es exactamente lo que hacen.
La vela roja me devolvió el deseo.
La rosa, la ternura.
La blanca, la serenidad.
Juntas, me recordaron que el amor no se busca: se cultiva, se limpia, se honra.
Así que sí, sigo prendiendo velas, pero ya no para que alguien vuelva…
Sino para que yo no me apague. 🕯️
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